Sentado a un lado del sendero, un mendigo mira hacia el horizonte, recordando los tiempos de juventud, cuando su alma corría por los bosques, derrochando golpes, gritos y mucha energía.
Conforme cae el sol, me acerco un poco más a él, hasta que veo el universo en la infinidad de sus pupilas. Hipnotizado me dejo llevar por sus palabras vagas y sus recuerdos secos como la hojarasca de su barba.
Sin saber cuánto tiempo lleva hablando, descubro que he escuchado la historia de una época, donde los hombres eran fuertes y pensaban que eran eternos. Todo cambió cuando el amor de la raza se disolvió.
Unos contra otros lucharon y la prosperidad comenzó su marcha hacia un lugar mejor.
De pronto el viejo, con lágrimas en los ojos y una sonrisa en los labios, dijo que la prosperidad se lleva en el corazón, la alegría en el alma y la paz en la mente.