Con las pupilas dilatadas y los poros abiertos, el camino de baldosas amarillas reflejaba la luz en mi cuerpo.
Estelas de colores adornaban mi andar; luciérnagas corredoras dejaban un polvo tornasol que, aunque me hacía estornudar, me doblaba de la risa.
La tristeza no tiene lugar; los pilares de este mundo son paz y alegría. Justo cuando era inmensamente feliz, crucé el umbral...
Wonderland se quedó atrás; en su lugar, una serie de punzadas en mi cuerpo abrumó mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario