Tocando con las yemas de los dedos el cuerpo del aire, la energía se introdujo en cada parte del cuerpo; sembrando esperanza y optimismo, lo suficiente para cambiar al mundo.
Bajo la lluvia, el frío se siente, pero el agua corre y la alegría se desborda; el niño interior se despierta y brinca en cada charco formado.
Con el lodo en los zapatos, sin temor a equivocarme, me despego del suelo con un brinco que no tiene final... donde el único objetivo es llegar hasta donde llegar ese intenso olor.
Olor a libertad, puerto de donde salen los sueños y a donde las ideas llegan buscando un poco de paz.