La sensación cobra vida, lo perciben cada uno de los poros de mi piel. El aire ha cambiado y se vuelve más frío, permitiéndome ver mi respiración condensada.
De entre las sombras sale un chidillo; un sonido imperceptible pero que adorna el ambiente, dándole un toque sepulcral a lo que queda del atardecer de verano.
No es algo nuevo, nunca lo fue, pero ahora surge como epifanía en la noche estrellada, trayendo consigo pedazos de un pasado olvidado.
Porque si en algo somos expertos, es en bloquear el pasado...