El reloj nunca para, sus manecillas no dejan de contar los segundos que se clavan en nuestras manos. Milésimas de fracciones que forman bellos rompecabezas y que adornan las paredes de la vida.
Cada año, desde hace 27 años, los ciclos se cierran más deprisa, arrastrando consigo a muchas personas y trayendo a otras. ¿Qué festejamos cuando no se encuentra el sentido de un nuevo año?
Cuando todo se tiene y al mismo tiempo, todo da igual, es porque falta el engrane para que haga todo girar.
Los objetos van y vienen, se desgastan como todo. Algunas amistades mueren y otras, simplemente lo son todo. Hay familia que no se elige, miembros de un todo, capaces de esforzarse hasta el cansancio por intentar comprender nuestro todo.
El amor llega en fracciones y lentamente se acopla al cuerpo, liberando endorfinas mediante caricias y besos.
Cada año es una agonía que no deja de repetirse; un hueco interior que espera a ser sellado, al menos con una frágil superficie...
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