Con las mejillas empapadas y los ojos vidriosos, su vista hacia atrás volvió. Nada la preparó para semejante acontecimiento, pero las lágrimas que cada noche derramó crearon un sendero de flores.
Flores muy sencillas y delgadas, pero rebozantes de vida y color.
Fue entonces cuando, en su reflejo contempló el brillo de sus ojos y su corazón lanzó un suspiro. Su dolor no fue en vano, de él, algo para sobrevivir... se aprovechó.
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