miércoles, junio 22, 2016

El reloj no dejaba de sonar, cada tic tac hacía rodar una gota de cera sobre los cuadros del mantel.

Cuando sonaron las campanas, el centro de la mesa sólo tenía lo que fueron velas y yo, en mi taza blanca, un café frío y la certeza de que tú ya no llegarías.

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