Sentí el rocío en mi cara, vibrante como el sonido de una campana de plata. A lo lejos un caudal de agua lentamente se desplazaba y en la oscuridad de la noche vi el amor que me da tu ser.
De pronto una delicada hoja tocó mi frente y mi mente reaccionó como la pólvora, dejando aturdido mi cerebro y mostrando la quietud de la noche. Fue entonces cuando descubrí que aún no te tenía a ti.
Pero en el silencio del alba, descubrí que soy feliz.
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