Fue a esa hora de la mañana; a esa hora
en la que puedes observar el alba,
cuando descubrí que tú me mirabas.
Me mirabas con atención y sueño, con un
profundo entrecejo, con esa curiosidad
que aqueja a un viejo.
Tu mirada era sincera,
tu vista no se apartaba de este
corazón mundano, que sólo te ama, en ese largo
sendero, que la vida nos depara.
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