Y yo que pensé que todo esto había acabado, que tonto fui. Nunca imaginé que la ausencia de tu calor estremecería tanto mi piel. Que mis manos, acostumbradas a tocarte, se sentirían inútiles al tocar el vacío entre los dedos.
Cuando nada ocurre ya, los suspiros se vuelven largos y agonizantes. Esperando encontrar vida en el camino, me resigno a seguir caminando.
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