Como hormigas al ataque, poco a poco y, por pequeñas que sean, reaparecen las preguntas sin respuesta que siempre se quedan flotando en el aire.
El telón a caído, las luces se han apagado y la gente ha comenzado a irse. En el fondo aun quedan pequeños grupos, pero poco a poco se van separando hasta quedar el lobby solo. Ahí, entre la oscuridad, de frente a la butacas vacías contemplo el escenario que una vez se iluminó. Las risas y lo aplausos llegan como ecos vagos de lo que en su momento se disfrutó.
¿Cómo apartar el sentimiento del teatro vacío y disfrutar la emoción que contagiaron los espectadores?, ¿cómo hacer desaparecer la sensación de no volver a actuar nunca más?
Fue un acto majestuoso, que la gente disfrutó, pero así como las gotas de lluvia que se estrellan contra el piso, las funciones se terminan y el maquillaje debe de desaparecer. Sin retardos ni contratiempos, la puerta se debe ser, porque otras compañías han de venir y con ellas, el telón se volverá a levantar.
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